miércoles, 23 de febrero de 2011

Plan fallido


Te vi partir
con lágrimas en los ojos
eso no era parte del plan
ese en el que yo primero moría
y luego tu te suicidarías.

martes, 1 de febrero de 2011

Metamorfosis de la mañana

Si no sintiera remordimiento me quedaría todo el resto del día bajo el chorro de agua caliente de la ducha, pero existe cierta nueva conciencia colectiva de cuidado ambiental: no desperdicies el agua, no malgastes la energía, no contamines el aire. Es curioso descubrir que dentro de todo lo malo y preventivo que resultó el mundo moderno en el que me muevo y me tocó vivir, algo me guste tanto. Desilusionado, muevo las perillas y se detiene el incesante chorreo de las gotas, las que hasta hace sólo un momento evadía con elegancia, con el garbo que nunca tuve para con una mujer. Dejo que mi cuerpo desnudo se deshaga del agua, un poco de ésta se desliza por mis extremidades hasta perderse en algún charco o en la oscura tubería y otro poco se evapora en el aire. Sin poder evitarlo siento frío y mi piel se pone de gallina, deshago la cortina de mi vista con un zarpazo de mi mano y agarro la toalla fregada por el tiempo, me cubro la espalda y soy un superhéroe en la ducha. Tiemblo. Ahora soy un vampiro; luego, un simple hombre saliendo de la ducha con la toalla en la cintura. Eso sí que es metamorfosis, pienso. Me visto lentamente, como siguiendo un ritual: bóxer, pantalón corto, polo de color entero y medias. Mi cuerpo está renaciendo de entre el vaho. Doy un par de pasos y me encuentro cara a cara conmigo mismo. Los espejos son de las cosas que menos me gustan, te fastidian recordándote que cada día cuenta en la carrera que vas perdiendo contra el tiempo. Salgo del baño con la toalla y la ropa sucia entre las manos, dejo todo regado encima de una silla y me siento en la cama a esperar que pase un tren. Estoy de vacaciones y paradójicamente no tengo qué hacer. La música suena, es el último disco que acabo de descargar, es una banducha argentina llamada Los Látigos, pienso que tiene nombre sesentero, no me gustan mucho, pero aun así tarareo la canción que acaba de terminar.

Adoro el modo en que reaccionas al llegar

y tu electricidad me justifican más

si sonríes me inhibes

Siento que no le debo explicaciones a nadie, pero muchas veces las personas y las situaciones te las piden, y, sobre todo, te obligan a darlas o inventarlas. Al fin y al cabo, una mentira solo existe para complacer. Es un día soleado, como lo es todo febrero, mañana será sábado, y siempre un sábado da esperanzas de que algo pueda pasar. Viernes en la tarde, 3:48pm. Llamé a Alonso para salir a montar bicicleta por donde nos lleve el camino, creo que hace falta un poco de aire fresco, igual esa explicación no se la voy a dar.

-¿Aló?

-Buenos días señora, dígame, ¿se encuentra Alonso?

-¡Ah, hijito! Un momentito…¡¡Alonso!!

-Muchas gracias

(conversación de amigos de años)

Ya en el camino el viento me cae de lleno en la cara, el calor lo siento en todo el cuerpo, veo el amor flotar en el aire -clichémente- sabes a lo que me refiero, ya te lo expliqué.

-Hay que saludarlas- insiste Alonso

-No, tú sabes que no soy bueno para estas situaciones- replico

-Entonces tú sólo mira, yo me encargo de todo.

Cauteloso, Alonso, se acerca a un par de chicas sentadas en una banca del parque del Faro. Las estuvimos observando algún tiempo para asegurarnos que no esperaban a nadie. Yo lo sigo a mediana distancia, con cara de no saber qué hacer y con las manos en los bolsillos. Acertadísimo, él provoca el hilo perfecto de conversación, me hace un ademán con la cabeza y me acerco un poco más rápido, me presenta a Lucía y Moira. Conversamos un poco: preguntas por un lado, preguntas por el otro y una cita para salir a bailar; pero mientras más transcurría la conversación, mientras me sentía más adentro de esta realidad propia de alucinaciones, más se me venía a la mente el coro de una de las canciones de los argentinos que oía en la mañana: No esperes más de mí. Seguro que Lucía y los botones de su bonita blusa pensaban en lo mismo.