jueves, 26 de julio de 2012

vrartes


¿Saben lo que es insoportable? Es aquello que no podemos detener. Algo que se mueve rondando nuestras espaldas con aliento entrecortado pero constante. La idea de la cotidianeidad me envuelve en un torbellino de linderos que se combinan en una serie de líneas sin consistencia, se tornan figuras deformes que sugieren caos y  obnubilación, y cuando más lo espero, me embarga en una sensación de auténtica locura, una feroz creencia en que no podré soportarlo más. Lo insoportable se vuelve aquello que sé no podré controlar y que se repetirá una y otra vez como el goteo incesante de una grifería mal cerrada. No se detendrá, en la noche, en el día, todo seguirá. ¿Mañana quizás parará? No, y lo sé muy bien.

El clima hostil arremete contra mi piel que se vuelve de gallina, se eriza como un gato a punto de atacar, el sueño se disipa entre la neblina del frío, la desesperación comienza a susurrarme locuras al oído: “grita, salta, araña,  golpea, quiebra, rompe, mira, odia, mata”. Desde mi boca se puede oír una respiración forzada, un gemido no placentero producto de lo que se desarrolla en mi mente. Mis manos sudan, mi espalda suda, soy un ser sudante. Mis venas se llenan de sangre y se marcan en mi frente, en mis brazos. “Mañana acabará” me dice mi perdido yo anterior que ya ha sido devorado por la impotencia, por la frustración, por mi yo insoportable. Aquel que todo odia, que todo envuelve en una misma palabra, aquel que genera juicios sobre las cosas. “No existen actos morales, solo juicios morales sobre los actos” lo oí de algún lado. Hoy tomo una decisión y pretendo darle fin a un acto, sea moralmente bueno o no, solo hacerlo para que, a partir de él, se genere un nuevo derecho, nuevas reglas: no voy a soportar nada más todo lo que me agobia, ten suerte, porque hoy yo seré el insoportable.