miércoles, 2 de mayo de 2012

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La bruma y el frío te cubren, te refugias en el autobus que pasa raudo por la avenida. La gente va tan incomoda por la ciudad que ahí es cuando te dan ganas de conseguirte un auto propio, una casa propia, algo propio. Pasa lento el tiempo cuando no hay nada que hacer, moviéndote de un lado al otro, peleando por asientos, jadeando con los golpes. Te entretiene ver las sombras cambiar en el respaldar del asiento, te entretiene ver las luces de neón de los restaurantes, siempre te entretuvo ver las casas y adivinar qué pueden tener dentro. Qué habitaciones, qué muebles, que diseño, quiénes viven ahí, si tendrán una hija soltera, de esas que salen en las páginas sociales, aquella que siempre buscas en una gran fiesta entre la multitud ebria, entre los cabellos, entre los pasos baile, hasta encontrarla en un rincón, al parecer indefensa, solitaria, con esa aura que te hace pensar que hoy necesita algo diferente. Te acercas a paso lento, no sabes qué decir exáctamente, pero de pronto se ve sumergida en los cariños de otro mucho mejor que tú que le lleva un trago, y claro, ahí te preguntas en quién le puede decir que no con esa cara, quién le puede decir que no con esas tetas, quién te puede decir que no ... no... no.. Señor , no, no me ha pagado aún. Pasaje, por favor.