miércoles, 14 de diciembre de 2011

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Diciembre siempre es un mes melancólico: estancias en las salas de espera mientras los adornitos navideños repican- horrible e insoportablemente- la Noche de Paz. Triste, melancólica, navideña, diciembral. ¿Y si el sol fuera el que se quemara como lo hacen los focos baratos? ¿Y si todos se fueran al diablo? Entonces ya no celebraríamos la venida de Jesús (oda al consumismo), sino la venida de Lucifer (¿oda al austerismo?). Porque en un lugar donde los valores están invertidos no hay nada resuelto. Lo único certero son los villancicos que te recuerdan que es tan fácil quedarse tan solo en la vida como en la sala de espera porque fuiste el último número de su lista negra.

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